Lydia Gil Huerta, directora del Departamento de Patología Animal de la Universidad de Zaragoza ingresa en la Real Academia de Doctores de España como académica correspondiente
El discurso de ingreso de la profesora Gil Huerta versó sobre: Liofilización espermática: un nuevo horizonte en las técnicas de criopreservación.
La tecnología de liofilización espermática está muy estandarizada y se podría aprovechar, a pesar de tener zonas oscuras, para conservar espermatozoides de especies en peligro de extinción y crear biobancos para utilizarlos o conservarlos de forma indefinida, hasta que se pueda aplicar a las técnicas convencionales de reproducción asistida, señaló la doctora Lydia Gil Huerta, al pronunciar su discurso de toma de posesión como Académica Correspondiente de la Real Academia de Doctores de España (RADE).
El alto valor genético de las razas ganaderas, así como la necesidad de proteger las que están en peligro de extinción, ha hecho necesario el empleo cada vez más frecuente de las técnicas de reproducción asistida o biotecnologías reproductivas, como la inseminación artificial, la fecundación in vitro, o la inyección espermática intracitoplamática.
La mayoría de los trabajos sobre criopreservación espermática se ha hecho en las últimas cinco décadas, a pesar de que ya han transcurrido varios siglos desde que se publicaron los primeros estudios de congelación de espermatozoides en las distintas especies. Sin embargo, continuó la ponente, a pesar de toda la tecnología disponible actualmente, relacionada con las técnicas de conservación, la fertilidad con semen congelado sigue siendo relativamente baja con respecto al semen fresco en la mayoría de las especies ganaderas.
Primeras referencias
Los primeros registros históricos de este campo datan de 1776, y corresponden a Lazaro Spallanzani, naturalista y director del Museo de Historia Natural de Pavía (Italia), quien observó que espermatozoides de humanos, caballos y ranas quedaban inmovilizados al entrar en contacto con nieve, y se reactivaban cuando se sometían a altas temperaturas. En 1866, Mantegazza logró congelar con éxito espermatozoides humanos a menos 17 grados centígrados, lo que supuso el inicio de las técnicas de congelación celular.
A pesar de que la congelación espermática es la técnica habitualmente utilizada como método de conservación a largo plazo, prosiguió la recipiendaria, tiene numerosas desventajas, como el daño celular, que provoca bajas tasas de fertilidad, y el propio coste de mantenimiento de las muestras, que lleva a buscar alternativas para reducir costes y simplificar el mantenimiento, sin depender del nitrógeno líquido como medio de conservación a largo plazo.
“La liofilización espermática surge ante la necesidad de nuevas técnicas de conservación y mantenimiento del material genético de diferentes especies animales”, aseguró Gil Huerta. Se trata de un método de conservación en el que, tras la congelación, se consigue el secado de los materiales mediante la sublimación del hielo. El principal objetivo del proceso es eliminar el agua de la muestra para inhibir las reacciones químicas y biológicas. La liofilización no altera las propiedades del producto, que se puede rehidratar fácilmente. Sus ventajas frente a la criopreservación convencional son muchas, indicó: menor espacio de almacenamiento, menor coste económico, prevención del daño térmico, inhibición del crecimiento microbiano y obtención de un producto más barato, estable y fácil de transportar y almacenar. El material liofilizado se puede conservar a distintas temperaturas y reconstruirse mediante la adición de agua, añadió Gil Huerta.
Incas y vikingos
Un proceso rudimentario de liofilización fue inventado por los incas para fabricar el chuño (papa liofilizada) y charqui (carne de llama), 200 años antes de Cristo; el método lo aprovecharon posteriormente los vikingos para conservar arenque. A mitad del siglo XIX reapareció el procedimiento por la necesidad de conservar tejidos animales y vegetales debido a los trabajos de Pasteur y otros científicos.
Gil Huerta repasó los hitos históricos de la liofilización. Durante la Segunda Guerra Mundial y en la posguerra se fabricó plasma de sangre seco, en lo que fue quizás el primer uso real de la tecnología de liofilización como un proceso productivo comercial. En 1958 el sistema se aplicó a la industria alimentaria, especialmente, leche, huevos, café, sopa y zumos.
Los científicos han centrado su atención en adaptar esta tecnología para conservar semen de mamíferos, con el fin de almacenarlo a temperatura ambiente durante prolongados periodos de tiempo. Los primeros intentos de liofilizar espermatozoides se llevaron a cabo en 1949, a partir de semen de gallo. Ulteriores intentos de liofilizar espermatozoides humanos, en 1954, y bovinos, en 1957, fueron infructuosos. Hasta que, en 1998, Wakayama y Yanagimachi obtuvieron la primera descendencia viva a partir de semen de ratón liofilizado.
Tras explicar el proceso de investigación seguido desde aquella fecha, y las fases de la liofilización espermática, hasta llegar a la rehidratación de la muestra, y los trabajos realizados con distintas especies, la nueva Académica Correspondiente aseguró que la ausencia de cría viva procedente de espermatozoides liofilizados en las especies ganaderas, excepto la equina, hace que las ventajas de implantar su uso provoque un cierto rechazo. “Se hace necesario seguir investigando para determinar qué factor o factores inciden directamente en el proceso de liofilización, qué factores impiden la obtención de desarrollo embrionario, posterior gestación y parto normal”, agregó.
Gil Huerta concluyó su exposición afirmando que “la tecnología de liofilización espermática está muy estandarizada y se podría aprovechar, a pesar de existir zonas oscuras, para liofilizar espermatozoides de especies en peligro de extinción y crear biobancos para su utilización o conservación de forma indefinida, en el momento en que se conozca cómo mejorar y obtener éxito, de la misma forma que se ha obtenido en las técnicas convencionales de reproducción asistida.”
Investigación y docencia
Desde 2015, Lydia Gil Huerta es la directora del Departamento de Patología Animal de la Universidad de Zaragoza; y, desde 2012, es miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Reproducción Animal, apuntó el doctor Espinosa Velázquez en la presentación.
Licenciada en Veterinaria por la Universidad de Zaragoza en 1983, se doctoró en 1988 por la misma universidad. Es también diplomada superior en Producción Animal y Master of Sciencie, por el International Center for Advanced Mediterranean Agronomic Studies, y máster por el Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza.
Se incorporó a la Unidad de Reproducción y Obstetricia, en 1985, como becaria y, posteriormente, pasó a profesora colaboradora, ayudante y titular interina, hasta que, en 1992, obtiene la plaza de profesora titular en el área de Medicina y Cirugía Animal. Ha desarrollado la docencia en la Unidad de Reproducción y Obstetricia.
Ha dirigido ocho tesis de licenciatura, sobre aspectos relacionados con la biotecnología de la reproducción, diez proyectos fin de máster, ha formado y tutorizado becarios predoctorales de Níger, Mozambique, Angola, Túnez y Guatemala, y ha dirigido 13 tesis doctorales.
Es directora e investigadora principal del Grupo Consolidado de Investigación Aplicada A34, del Gobierno de Aragón y del Fondo Social Europeo, con el que ha intervenido en 13 proyectos de I+D+i y 24 contratos de investigación. Ha realizado una intensa actividad de I+D+i con empresas bajo compromiso de confidencialidad, y ha promovido una spin-off de I+D+i, para dar apoyo en biotecnología de la reproducción a empresas, ganaderías y clínicos. Ha publicado 42 artículos en revistas y ha participado con más de 70 ponencias en casi una treintena de congresos, la mayoría internacionales.