Escuela Subalterna de Veterinaria de Zaragoza
Fundación
Con fecha del 19 de agosto de 1847, se publicó un Real Decreto, por el que se creaban, en zonas geográficas alejadas de Madrid, dos nuevas Escuelas Subalternas, una en Córdoba y otra en Zaragoza. Hay pues en España tres Escuelas de Veterinaria, pero la de Madrid se resiste a perder su protagonismo. Así, imparte cursos en cinco años, con un total de 25 asignaturas fundamentales más otras accesorias, como Agricultura Aplicada a la Veterinaria y Zootecnología, o arte de criar y multiplicar a los principales animales domésticos, y concede el título de Veterinario de Primera. Mientras, las Escuelas Subalternas de Córdoba y Zaragoza explican un Plan de Estudios de sólo 3 años, expidiendo un título sólo de Veterinario de Segunda. Las asignaturas que se impartían en estas Escuelas Subalternas eran las siguientes:
- Primer curso: Anatomía y Exterior del caballo, Fisiología e Higiene comparada.
- Segundo curso: Patología General y Especial, Terapéutica, Arte de curar y Obstetricia.
- Tercer curso: Operaciones, Vendajes, Arte de Herrar teórico y práctico, Medicina Legal y Clínica.
Además, en cada curso se enseñaban nociones de Física, Historia Natural, Agricultura Aplicada a la Veterinaria, Cría de animales domésticos, Jurisprudencia relativa al comercio de los mismos y Enfermedades Contagiosas.
Para ingresar en estas Escuelas, el aspirante debía tener 17 años cumplidos, haber estudiado y aprobado en la Escuela Normal todas las materias de la Instrucción Pública Superior, y presentar un certificado de buena conducta y otro de salud y robustez.
Las distintas ubicaciones de la Escuela de Veterinaria de Zaragoza
Creada por Orden Real la Escuela de Zaragoza y aprobado su Plan de estudios, aún quedaba la gran dificultad de llevar esto a la práctica. D. Anastasio Ortiz de Landazuri fue el primer Profesor de esta Escuela. Conseguía su Cátedra a mediados del año 1848, tomando posesión de su cargo, junto con el de Director Interino, en Julio del mismo año. Nada más llegar se encuentra con el serio problema de encontrar un local donde alojar la Escuela, con los agravantes de no existir una asignación económica y que las clases debían empezar antes del 1 de Noviembre de ese año.
Encontrado un edificio en el Nº 59 de la Calle Mayor, en el que sólo habría que construir una fragua, las clases dan comienzo en la fecha prevista con 30 alumnos matriculados, la mayoría de Zaragoza o de sus alrededores. Las clases continúan impartiéndose en el edificio de la calle Mayor hasta que en junio de 1853 se traslada a la calle Zaporta, para, después de un corto período de tiempo, pasar a otro local situado en la calle Pabostría, y de allí ubicarse en la calle de San Pedro el Viejo. Aquí su permanencia es más dilatada. Mientras tanto, ya se están haciendo obras de adaptación en el exconvento del Carmen para construir la nueva Escuela de Veterinaria, edificio que la albergará de forma definitiva, y en el que los estudios de veterinaria dieron comienzo en Enero de 1872.
Unificación de los planes de estudio
Coincidiendo con la inauguración del nuevo edificio de la Escuela, sucede un importante hecho académico: la unificación, en 1871, de todos los estudios de Veterinaria, en virtud de la cual desaparecen los veterinarios de Primera y de Segunda, y a partir de entonces sólo se expedirán títulos de Veterinarios, con la misma validez y atribuciones para las cuatro escuelas: Madrid, Zaragoza, Córdoba y León (fundada en 1852).
En Zaragoza se solicitan y consiguen nuevos adelantos técnicos o necesidades perentorias, y se va sustituyendo la luz de gas por el recién implantado alumbrado eléctrico, con el lujo de tener uno de los primeros teléfonos de Zaragoza. La plantilla de profesorado se va incrementando: así como durante el siglo pasado los Catedráticos eran de Primer, Segundo o Tercer año, con la obligación de explicar todas las asignaturas que conformaban cada curso, poco a poco van a ser ayudados en sus clases por Profesores auxiliares, y más tarde cada bloque de materias cursadas en un año se va a fragmentar y hacerse éstas independientes, necesitando nuevos profesores para impartirlas. Esto hace que la plantilla orgánica se incremente, aunque siempre por detrás de las necesidades reales, por lo que se mantiene una lucha constante con la administración para que ésta dote de más personal, tanto docente como auxiliar. Esta petición se verá siempre frenada por un mal endémico de la Escuela y Facultad de Zaragoza: la falta de suficiente asignación para hacer realidad todas las peticiones.
Poco a poco, el edificio que acoge a la Escuela va envejeciendo, se va quedando pequeño, inadecuado para aquellos tiempos y, sobre todo, insalubre, por lo que el Claustro, en esa batalla constante por mejorarla, empieza a buscar nuevos terrenos para edificar una Escuela amplia, digna y que esté al nivel de las mejores de Europa. Este empeño, obsesión permanente del profesorado, unas veces verá luces de esperanza, pero casi siempre el fracaso será el resultado de sus desvelos.
Hacia la construcción de una nueva Escuela, moderna y capaz. Nuevos planes de estudio
Para la construcción del nuevo edificio la Administración exige terrenos, pero el Ayuntamiento no los tiene. Se ofrecen algunos, situados en los alrededores de la capital, pero casi todos, por unas u otras razones, resultan inadecuados.
Pero mientras la búsqueda continua van a presentarse nuevos contratiempos. Con la llegada de la Segunda República aparece un nuevo Plan de estudios, el de 1931, que sustituye al que estaba vigente de 1912, con unas innovaciones importantes. Este Plan es motivo de grandes polémicas, especialmente entre los alumnos, los cuales no ven con buenos ojos el que prácticamente se les dupliquen las asignaturas que deben cursar para obtener el título de veterinario, pues de 20-25 asignaturas del plan antiguo pasan a cursar más de 60, repartidas en 10 cursos semestrales que debían aprobar en cinco años. Se le dió gran importancia a la Clínica ambulante y al Alemán, el cual estaba presente en todos los semestres.
Esta modificación y el período de inestabilidad que se vivía entonces, así como el estado ruinoso en que se encontraba la Escuela, impulsó a los alumnos a diferentes huelgas. Durante el curso 1933-34, en plena efervescencia estudiantil, se tiene que cerrar la Escuela y buscar nuevos locales en los que se pueda continuar dando clases. Las enseñanzas teóricas se imparten en la Escuela de Comercio, y algunas prácticas se dan el la Facultad de Ciencias o en la Asociación de Veterinarios. Lentamente las aguas vuelven a su cauce y también se retorna a la Escuela, que había sido apuntalada y reforzada, pero que continuaba siendo inhóspita, inadecuada y obsoleta en locales y servicios.
Por fin se consiguen los terrenos para la construcción de la soñada nueva Escuela, situados en una zona a las afueras de Zaragoza, en Montemolín y Bajo Aragón, pero un nuevo acontecimiento se cierne sobre la Escuela y sobre España, el comienzo de la Guerra Civil, que durante casi tres años va a paralizar la vida docente y académica del centro. Así, a finales de 1936 se suspenden las clases por orden nacional y rectoral, y los locales son ocupados por diferentes armas del ejército, que no los dejan libres hasta 1940.
Notas históricas acerca de la Facultad de Veterinaria de Zaragoza por el Prof. Dr. D. José Gómez Piquer